```
—Deja a esa niña en paz —oyó advertir a su madre a esos ángeles.
—La locura de la madre de esta niña la ha puesto en esta situación. Fue ella quien trajo este destino a su propia hija. Culpen a su madre, no a nosotros.
—De todos modos la habríais matado —replicó Evanthe.
—¿No era morir en manos de nuestra diosa una mejor opción para esa niña que sufrir como una vasija? La muerte vendrá para ella. Dejad que entre en la reencarnación temprano para lavar los pecados que ella y su madre llevan. No prolonguéis su sufrimiento. Es su destino.
—No sois dignos de decidir su destino.
Petra se rió. —¿Entonces, brujas bajas como tú sí lo son?
El ángel ni siquiera tuvo que pulsar una cuerda de su arpa. Todo lo que hizo fue levantar un dedo en su dirección, y Evanthe sintió una asfixia que nunca antes había sentido. Era como si el mundo entero se comprimiera alrededor de su cuerpo, y solo podía atragantarse con su peso.