Pertenecía a una persona que no les resultaba desconocida. Seren no podía creer sus ojos cuando vio a la mujer de mediana edad caminar hacia ella.
Bajo la luz parpadeante que provenía de las antorchas, Seren podía ver claramente el rostro sonriente de su niñera, Martha, la mujer que hacía unos días estaba tan enferma que apenas podía mantenerse de pie.
—¡Martha! —La joven reina parecía olvidarse de todo lo demás mientras corría hacia la mujer como una niña pequeña que corre hacia su madre.
—Martha, ¿qué haces aquí? —Seren le tendió la mano y la sostuvo fuerte, apretándola como para comprobar si esto era real o no—. ¿Te has recuperado bien? ¿Deberías estar aquí? ¿No deberías estar descansando?
—Ahora estoy bien, Su Majestad —replicó la mujer de mediana edad.
Seren estudió su rostro y cuerpo y se dio cuenta de que el semblante de Martha había mejorado. —Pareces estar bien, pero ¿estás segura de que no deberías estar descansando?