Al ver la expresión seria de Drayce, el elfo de cabellos plateados no pudo evitar lanzarle una mirada de lástima.
—Pobre niño —comentó Yorian, con un tono condescendiente—. Los problemas parecen buscarse persistentemente, ¿y aún pretendes manejarlos todos por tu cuenta? Será difícil para ti.
Drayce frunció el ceño al ser tratado como un niño, pero dado su posición en la que estaba pidiendo la ayuda de esta estimada persona, no tuvo más remedio que dejarlo pasar. —Es por eso que estoy aquí para obtener ayuda de ti.
—Hmm —suspiró el elfo—. Pues, parecería de mala educación de mi parte rechazarte cuando estás sinceramente pidiendo mi asistencia. De todos modos, no tengo motivos para no estar de acuerdo ya que nuestro enemigo es el mismo. Además, has accedido a dejarme saber lo que me intriga, ¿verdad? Creo que un rey como tú cumplirá su palabra.
Drayce asintió. —No volveré atrás en mis palabras mientras no le causes ningún daño a mi esposa.