—Qué niño tan educado —dijo Esther cuando Crepúsculo aceptó aquel cristal que desapareció en su palma.
—Imagino que cuando alcances la adultez, serás todo un encantador. Las Águilas Divinas son muy populares entre la raza emplumada, y creo que tu apariencia es sobresaliente incluso entre tu gente.
Lady Tyra no pudo evitar reír al ver a la Reina bromear con el joven chico. —Quizás para entonces, Su Eminencia, Aureus ya haya encontrado pareja.
—Oh, eso suena plausible —estuvo de acuerdo Esther de manera jovial—. ¿Recuerdas el cuento que compartí contigo antes, Aureus? Sobre esas flores que le das a aquella a quien quieras proteger?
Crepúsculo parpadeó. —Lo recuerdo. Dijiste que esas flores divinas funcionan como amuletos protectores. Siempre que el receptor de esa flor esté en peligro, el dador lo sabrá y podrá proteger a la persona.