Esther miró al hombre que estaba mirando por la ventana con la mirada perdida. Podía oler el alcohol en el aire, y parecía que ni siquiera sentía su presencia, como si hubiera adormecido su mente para no pensar o se hubiera bloqueado a sí mismo para no sentir nada.
—¿Theron?
Fue una voz suave, casi un susurro, pero el Rey Theron sintió como si le hubieran apuñalado en el pecho al oír la tristeza en esa dulce voz familiar. Al principio pensó que era una ilusión causada por su bebida, pero luego se dio cuenta de que la atracción invisible en su alma le instaba a volverse.
Lentamente, giró la cabeza para mirar a la mujer que estaba parada en medio de su cámara. Sus hermosos ojos estaban húmedos y llenos de culpa. La vista lo sobrió al instante.
Era su esposa, la misma esposa a la que amaba más que a nadie en el mundo, sin embargo, verla parada allí se sentía tan extraño.