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Sus piernas, que intentaban cerrarse contra su mano, se rindieron después de recibir una sorpresa tan placentera. Se abrieron por su cuenta, dándole más libertad para tocar su íntimo lugar.
Drayce, cuyos ojos estaban enfocados en su reacción, podía entender claramente lo bien que se sentía bajo su atención.
—¿Todavía quieres que pare, mi Reina?
Seren, que estaba ocupada con lo que estaba sucediendo con su cuerpo, ya había perdido su mente y subconscientemente dejó de agarrarse a su ropa interior. Sus manos se aferraron a él, clavando sus uñas en su piel. No había nada más que placer dentro de su mente. ¿Cómo podría responderle si ni siquiera escuchó la pregunta?
Drayce dejó de jugar con su feminidad, solo para recibir una mirada anhelante de su esposa después de que ella recuperara sus sentidos y atrapara su aliento.