—¡Hombre de ojos rojos! —No pude articular palabra al recibir el susto de mi vida. Sentí debilidad en mis rodillas, y de repente, el suelo bajo mis pies parecía escaparse. Era como si el shock fuera el empujón final que necesitaba el peso del pesado vestido de novia y la joyería, sumado a la ansiedad de casarse, para caer estrepitosamente sobre mí. Esta revelación fue tan inesperada, que sentí que mi alma podría dejar mi cuerpo en cualquier momento.
En el momento en que mi cuerpo perdió fuerza, un par de fuertes brazos me sostuvieron, protegiéndome de caer al suelo.
Solo pude mirarlo con los ojos bien abiertos mientras lo escuchaba preguntar: "¿Está bien, mi Reina?"
Mi garganta estaba demasiado seca para siquiera decir una palabra. Como si pudiera decir alguna. Mientras lo miraba, sentía que mi cerebro entero había dejado de funcionar. Cuando bajé la mirada, mis ojos captaron la vista de un tatuaje familiar brillando en el lado izquierdo de su cuello.