—¿Y en serio esperas que me crea eso? —preguntó, soltando un resoplido de incredulidad.
—No —dije moviendo la cabeza—. Porque eso sería estúpidio, ¿verdad?
—Los Jinetes no son más que un mito inventado de una religión de hace mucho tiempo. No tienen base en la realidad o en los hechos —continuó—. Y así como así, falló en mi prueba. Menos mal que no era uno de mis hombres, o simplemente me habría dado la vuelta y me habría ido.
—Entendido —respondí asintiendo con la cabeza—. No iba a debatir sobre lo que era real o ficción cuando literalmente tenía a un Dios parado frente a él. Su camino sería largo, eso seguro.
Pero por suerte para mí... él no era ni mi circo ni mi mono.
—¿Qué tal si nos vamos de aquí? —sugerí con una gran sonrisa en mi rostro—. La Sanadora estaba a salvo, conoció al amor de su vida, y todos los que una vez disfrutaron aquí ahora estaban muertos. Ya había obtenido mi venganza. No me quedaba nada más por hacer ahora.