—¿Crees que ella está bien? —preguntó Liu Wei por centésima vez, la preocupación evidente en su voz. Él le apartó el flequillo de la cara, asombrado de lo suave que eran, qué delicada era su piel. No parecía querer dejar de tocarla. Wang Chao se movió desde donde estaba sentado a su derecha, su mano firmemente entre la suya, excesivamente grande.
Nunca supo lo pequeña que era, lo frágil... hasta que la vio así...
Nunca abandonaron la habitación después de que Li Dai Lu recibió la vacuna. Si había preguntas o asuntos que atender, lo hacían desde la habitación o se turnaban para salir. Dejaron a los líderes de la tropa a cargo de recolectar suministros, tanto de las listas que habían elaborado como de las cosas que recordaban de sus listas. De esa manera, cuando ella despertara, no sentiría que estaba atrasada en el calendario.
Pero en los últimos 5 días, no la dejaron sola ni un solo minuto.