Me desperté en medio de la noche, un grito amenazando con desgarrarme desde dentro hacia fuera.
Podía sentir el sudor cayendo por mi rostro, mi corazón latiendo fuerte mientras el último resto de una pesadilla se disipaba. Quizá se había ido, pero los efectos secundarios durarían las próximas horas.
Asustada de volverme a dormir por si acaso lograba encontrarme de nuevo, desaparecí en mi espacio, necesitando tiempo para recomponerme.
Era difícil exponerte hablando de cosas que sabías eran heridas pudriéndose. La mayoría de la gente, especialmente aquellos que nunca habían experimentado esas pesadillas, piensan que la mejor manera de sanar es hablar de ello.
Y de alguna manera, tienen razón. Ya no tengo miedo de la reacción de mis chicos hacia lo que me pasó en una vida pasada. Pero al hablar de lo que sucedió, abrí la puerta a las pesadillas. Lo que me trajo aquí, hacienda pastel de chocolate en medio de la noche en mi espacio para no molestar a nadie más.