Miré a Chen Zi Han y me pregunté cómo podía ser tan estúpida como para pensar que me dejaría por algo que alguien me hizo.
—Sí —dije, con la voz quebrada intentando pasar el nudo en mi garganta—. Ustedes cuatro siempre son bienvenidos en mi habitación y mi cama cuando quieran. Nunca habrá un momento en el que no quiera que estén cerca.
—¿Es esa tu respuesta final? —preguntó Chen Zi Han, aún parado en la puerta, pero pude ver cómo sus ojos cambiaban de negro a verde—. Te advertí que solo preguntaría esto una vez.
—Respuesta final —le prometí con una sonrisa llorosa y un asentimiento de mi cabeza.
Él avanzó, apartando a Wang Chao y Liu Yu Zeng con sus anchos hombros. Agachándose, me levantó en sus brazos y se acostó en la cama conmigo encima.
—Mierda —murmuró Liu Yu Zeng mirando entre los dos—. Ni siquiera lo había pensado. Me miró seriamente, su sonrisa burlona había desaparecido —. ¿Puedo entrar yo también? —preguntó, completamente serio.