—Ese es el problema, Corazón, esta es nuestra última vida. Si no tenemos éxito esta vez... bueno... entonces no hay nada —dijo ella tristemente. Tomé la taza de sus manos y la hice desaparecer en la cocina para que fuera lavada. Tomando sus manos en las mías, miré a los ojos que eran el espejo de los míos.
—Está bien —respondí con una sonrisa—. No eres la única que está cansada. Si esta es mi última vida, entonces voy a hacer lo que me dé la gana, y tú y los demás solo tendrán que aguantarse en el viaje.
Ella dejó escapar una triste risa y asintió con la cabeza. —¿Quieres que anote tus instrucciones? —preguntó, secándose una lágrima de su ojo.
—Consigue un yate, planta un jardín, vete de vacaciones, salva a la chica, encuentra mi hogar. Creo que lo tengo —respondí con una sonrisa pícara. Ambos sabíamos que aunque pudiera responderle ahora, iba a olvidar la lista en como cinco minutos.
—Bien. Ve a divertirte —se rió justo antes de desaparecer, dejándome con las manos vacías.