—Esa es la Ciudad A. No nos van a dejar entrar. Es mejor ir a una de las otras zonas seguras —dijo Peng Yong Rui mientras tiraba suavemente del brazo de su hija.
—Eres tan tonto, Papito. ¿Por qué no nos iban a dejar entrar? —preguntó Wu Bai Hee con una sonrisa amable mientras apartaba de forma sutil la mano del hombre de su brazo. Le disgustaba cuando él ponía sus sucias manos sobre ella, pero sabía que tenía que actuar el papel de la hija obediente.
Ella necesitaba establecerse como alguien poderosa. Esa era la única manera de tener a Liu Wei y a los otros tres a sus órdenes. Sin embargo, para hacer eso, necesitaba una base de operaciones, y la Ciudad A sería perfecta para eso.