—Eres el jefe —dije con una sonrisa burlona en mi rostro—. O al menos, en este asunto, tú eres el jefe. Él se rió de mi broma, ambos sabiendo la verdad. Nunca dejaré de ser el jefe.
—¿Escuchaste eso? Tú y los tuyos pueden irse —dije, mirando directamente a Xing Xin Ya—. Sabes, podríamos haber sido amigos. Pero nunca, jamás, podría ser amigo de alguien que piensa así de uno de mis hombres. Así que, te disparaste en el pie. Felicidades.
—Pero— empezó Xing Xin Ya mientras me miraba a mí y a Chen Zi Han—. Ya dije que no lo decía en serio. Podía ver prácticamente su mente trabajando en cómo volver a estar en mi gracia.
Algo que he aprendido últimamente es que la gente quería ser mi amiga por los beneficios que les podía brindar, y no necesariamente porque quisieran ser realmente mis amigos. Pero siempre hay dolores de crecimiento cuando quieres volverte más fuerte.