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—Ese no es el punto —espetó Xing Xin Ya mientras intentaba intimidarme con la mirada. Digo intentaba porque aunque yo todavía estaba sentada en mi trono y ella de pie, la mirada severa en su rostro no hacía más que divertirme.
—Ese es precisamente el punto —dije, sin importarme cuánto no les gustara lo que decía a sus hombres. Era un hecho. Era más humano matarlos mientras dormían que dejarlos despiertos y conscientes de lo que estaba sucediendo. O, Dios no lo permita, dejarlos huir, pensando que corrían hacia la libertad solo para abatirlos por la espalda.
Huh, esa última me pareció un poco divertida. Tal vez deba guardar eso en mi banco por si nos encontramos con más militares o motociclistas. Hubiera añadido a los Saqueadores a esa lista, pero sé que ellos nunca huirían.
—Aquí hay mujeres y niños —insistió. Su rostro se suavizó, y casi parecía que estaba intentando suplicarme misericordia.