—Al parecer, hay otra horda en la Ciudad B tratando de tomar control —dije encogiéndome de hombros—. ¿Cómo te llamo? —le pregunté, dirigiéndome al Alfa que caminaba justo delante de nosotros.
El zombi se giró y me miró por encima del hombro, inclinando la cabeza tanto hacia la derecha que parecía que estaba a punto de caerse. —Alfa —respondió después de un momento. Me reí con desdén. —¿Esperas que te llame Alfa? —pregunté levantando una ceja. Yo había vivido en este mundo el tiempo suficiente como para saber que llamar a alguien Alfa significaba que estaba dispuesta a someterme. Y yo no era el tipo de chica que se somete.
El zombi pensó por un momento antes de encogerse de hombros. —Ese es mi nombre, es como me llaman —respondió, sin entender realmente. Para él, ser llamado Alfa era algo natural; sin embargo, si no fuera el Alfa, no pensaría así.