—¿De verdad pensaste que no adivinaría? —pregunté mientras continuaba caminando hacia el río rojo, algo dentro de mí necesitaba verlo—. La voz siseante cada vez que me enojaba. La voz de hielo cuando me sentía abrumada y quería cerrarme en banda. La voz suave... bueno, no tengo idea de dónde vino esa.
—Porque quieres ser suave y amable. Querías hacer que la gente dejara de odiarte —dijo la voz suave.
—Eso fue antes, esto es ahora —dije al llegar finalmente a las orillas rocosas del río. Me agaché y metí mi mano en el agua. Una sombra huyó de mi toque. Me quedé mirando al agua, incapaz de apartar la vista mientras más y más sombras se unían a la primera y parecían estar nadando río abajo.
—Ten cuidado al luchar contra monstruos para no convertirte en un monstruo tú mismo, porque cuando miras lo suficiente al abismo, el abismo también te mira a ti —siseó la primera voz.