—¡Li Dai Lu! —gritó Chen Zi Han al despertarse y darse cuenta de que ella ya no estaba en sus brazos. Miró frenéticamente a su alrededor, pero todo lo que pudo ver fue un pasillo vacío con una alfombra roja a lo largo y paredes de color beige. —¡Li Dai Lu! —volvió a gritar mientras se levantaba rápidamente.
—¡Chen Zi Han! —gritó una voz a su lado, y alguien le agarró el brazo para tranquilizarlo. Apartando la mano ofensiva, se giró para ver quién se atrevía a mantenerlo alejado de su mujer. Le tomó un segundo reconocer a Liu Yu Zeng y aún más tiempo notar que tenía las manos en alto, sus palmas visibles en señal de rendición.
—Necesitas calmarte —dijo Liu Yu Zeng con una voz suave—. Ella está bien.
—¿Dónde está? —exigió Chen Zi Han, sin dar un paso hacia su amigo pero tampoco dispuesto a retroceder. Con la mano aún en alto, Liu Yu Zeng señaló hacia la puerta abierta en diagonal a ellos.