La anciana señora Yu se sentó en el sofá como una reina en su trono, mientras Yu Mei se posaba delicadamente al borde, su teléfono discretamente enfocado para capturar todo.
Yu Holea se sentó en una silla frente a ellas, su postura relajada pero sus ojos agudos.
—Holea, he estado pensando en ti —comenzó la anciana señora Yu, adoptando un tono de falsa preocupación.
—Estás soltera ahora, ¿no? Una chica de tu edad necesita establecerse.
Los labios de Yu Holea se torcieron, sus instintos gritando que algo desagradable se acercaba. No respondió, dejando que la anciana señora Yu continuara.
—Bien —dijo la anciana, su rostro iluminándose como si estuviera entregando las mejores noticias de la vida de Yu Holea—, me he tomado la libertad de buscarte pareja. Un esposo que te cuidará y te guiará adecuadamente. Alguien que pueda... disciplinarte.
La expresión de Yu Holea permaneció neutral, pero internamente, sentía su irritación burbujear.