Qiao Jun no le creía ni por un segundo.
Se movió para enfrentarla, sus manos sujetaban su rostro con delicadeza pero firmeza, forzándola a mirarlo. Sus ojos buscaban los de ella, sin titubeos.
—Lea, no tienes que cargar con todo tú sola —dijo con firmeza—. Estoy aquí. Sea lo que sea, lo enfrentaremos juntos.
La sinceridad en su tono atravesó sus defensas y las lágrimas que había estado conteniendo se derramaron libremente.
—Se trataba de mi familia... de mi madre, mis hermanos... —Su voz se quebró mientras intentaba reconstruir sus pensamientos confusos.
Qiao Jun se quedó en silencio, dejándola tomarse su tiempo.
—Ellos —tragó duro, su voz temblaba— estaban en un ritual. Ellos... ellos se suicidaron, Jun. Lo vi. Se sintió real. Demasiado real.
Sus ojos se oscurecieron y su agarre en ella se apretó protectoramente. —¿Un ritual? ¿Qué tipo de ritual?
—No lo sé —admitió ella, sacudiendo la cabeza frustrada.