—Tan pronto como Yu Holea terminó la llamada, salió apresuradamente de la Sala de Justicia.
Los corredores parecían más largos de lo habitual, como si el tiempo se hubiera ralentizado solo para poner a prueba su paciencia. Pero nada podría detenerla ahora.
En el momento en que salió, Yu Holea activó su poder y se teletransportó al hospital, sin importarle las consecuencias de usar sus habilidades a plena luz del día.
Cuando apareció fuera de la habitación del hospital de Qiao Jun, hizo una pausa para recuperar el aliento.
La puerta parecía erguirse imponente frente a ella, una barrera entre ella y la realidad que había estado esperando. Con una respiración profunda, empujó la puerta y entró.
La habitación estaba tranquila, solo el suave pitido de los equipos médicos rompía el silencio.
No había nadie dentro.
Excepto por un perfume femenino en el aire y dos bolsos de mano, Yu Holea no vio nada.
—¿Eh?
Yu Holea levantó la mano y se abofeteó.