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—¡¿Qué demonios?! —exclamó frustrado.
—Ese hombre debería estar muerto sin duda, ¡pero él está... está completamente ileso! —dijo alguien en shock.
—Es un milagro —murmuró otro, haciendo la señal de la cruz en un gesto de reverencia—. Un verdadero milagro.
—¿Alguna vez has visto a alguien escapar sin ningún rasguño después de un accidente tan grande? —preguntó uno con incredulidad.
—¡No! —respondió otro con la voz cargada de asombro.
—¿Estás bien? —preguntó alguien, su voz teñida de asombro.
—Yu Sicong asintió lentamente, aún intentando procesar el giro milagroso de los acontecimientos.
—Creo... creo que sí —logró responder, su voz apenas un susurro.
—Pero incluso mientras hablaba, no podía deshacerse de la sensación de irrealidad que lo inundaba como una ola gigante.
—¿Cómo era posible que hubiera salido ileso de un accidente tan catastrófico? Desafiaba toda lógica, toda razón —y aún así, ahí estaba él, de pie en medio de los restos sin un rasguño.