Kat aprendió dos cosas cuando finalmente dejó la cama por insistencia de Sylvie. La primera, fue que tenían una bañera en la casa. La segunda fue que a Kat no le resultaba cómodo usarla, ni compartir dicha bañera.
Ella sabía que había sido una mala idea cuando Sylvie se lo propuso. Kat, incluso con su memoria mejorada, no podía recordar una ocasión en la que se hubiese duchado con alguien, y el orfanato no tenía precisamente una bañera. Cuando intentó declinar la oferta de Sylvie, la chica simplemente puso cara de puchero y el resto es historia. Kat tan solo suspiró, y aceptó después de encontrar su teléfono para enviar un mensaje a Lily.