—¿Diandre? —preguntó la Dama Diandre con indignación mientras miraba por encima de su hombro.
Sus ojos se fijaron en Neveah, quien también la miraba, y las palabras de la Dama Diandre se quedaron atrapadas en su garganta. Lo primero que notó la Dama Diandre fue el aura opresiva que Neveah exudaba, y su apariencia regia hizo que la Dama Diandre reconsiderase sus próximas palabras.
Un suave sonido tintineante resonó a través del salón mientras las cadenas doradas que colgaban del vestido negro de Neveah se arrastraban por el suelo de mármol de la sala de audiencia.
No había habido suficiente tiempo para hacer muchas preparaciones y por eso Neveah llevaba una vez más el vestido de Davina, Neveah no pensó que tendría motivo para ponerse el vestido de nuevo tan pronto después de llegar a un entendimiento con el consejo de jinetes, pero era aún más apropiado para esta ocasión.