—¡GAHH! —gritando de dolor, el Cardenal hizo todo lo posible por repeler los ataques, pero no estaba preparado para la intensidad.
Para empeorar las cosas, unas cadenas extrañas también se habían enredado alrededor de sus brazos, bloqueando su uso de mana, por lo que tuvo que soportar la mayoría de los ataques.
Después de un rato, el bombardeo finalmente terminó y el Cardenal se sentó en su trono roto con el ceño fruncido.
—Ha… ¿Puedo por favor ha-
—Nope~ —Shiro se rió mientras seguía otro bombardeo.
Acumulando innumerables pilas de debilitamientos, Shiro tuvo que activar algunas de sus habilidades berserker para que sus ataques funcionaran realmente.
A pesar de la ridícula cantidad de debilitamientos en su cuerpo, Shiro aún logró reducir la salud del jefe al 40%. Incluso cuando él recibía los beneficios de su pasiva, el jefe seguía clavado a su trono.
Al ver el incesante bombardeo de hechizos, él no pudo evitar preguntarse qué había hecho para merecer esto.
