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—¿Puedo luchar contra ustedes dos al mismo tiempo? —preguntó Lisandra ya que eso le ahorraría más tiempo. Además, necesitaría dividir su atención entre los dos.
—¿Contra los dos? —Los dos discípulos se miraron el uno al otro con un ligero ceño fruncido.
«¿Nos está menospreciando?», pensaron mientras su ira comenzaba a aumentar.
—Bien, puedes luchar contra los dos. Pero, ¿qué obtenemos a cambio? Un solo hacha no será suficiente.
—No se preocupen, les daré una segunda arma que es igual de buena —gritó Shiro después de escuchar la preocupación de uno de los discípulos.
Viendo que Shiro acordó proporcionar otra arma, los dos se miraron y luego se dieron la mano.
—Hagámoslo —dijo el chico mientras la chica asentía con la cabeza.
—Bien, ¿qué quieren? —preguntaron a Lisandra.
—Lo mismo que mi hermana, piedras de maná.
—¿Cuántas? —preguntaron rápidamente ya que no querían ser estafados.