—Hmm… hmm… mmm.
El joven dejó de mezclar los líquidos en la mesa y giró su cabeza. Sus pequeños ojos se posaron en la niña de coletas al lado. Sus pequeños brazos descansaban sobre el borde de la mesa y su barbilla estaba sobre sus brazos. Lo observaba hacer algunos experimentos científicos, pero seguía tarareando en voz alta, por lo que él tuvo que detenerse.
—Hera, ¿qué pasa? —preguntó el joven con curiosidad—. ¿Lo estoy haciendo mal?
La joven Hera levantó la vista hacia él y dijo:
—Eres un bicho raro.
—¿Eh?
—Frank, ¿cómo puedes dejarme a mí y a Princesa por hacer esto? —preguntó con un puchero—. Si quieres jugar con agua, tenemos una piscina grande en la casa. Puedo pedirle a Oso que cambie el color del agua. Puede hacerla una piscina arcoíris si quieres.
El joven Frank parpadeó perezosamente.
—Esto no es agua.
—Entonces, ¿qué es?
—Alcohol.
—Ohh…
Sus labios formaron una forma de 'O' mientras asentía.