—¿Por qué pensaste que el mundo había terminado hace cinco años? —preguntó Sebastián con genuina curiosidad en su voz—. ¿Fue porque estabas enferma?
—Sí, porque estaba enferma —Cielo suspiró.
—Dijiste que no era mortal.
—Basti, mi bebé, la enfermedad de mamá no era mortal, pero sí era fatal —Cielo revolvió el cabello de su hijo suavemente—. Aunque ahora estoy bien, aún no puedo evitar arrepentirme de muchas cosas. Por ejemplo, me arrepiento de no haber podido mostrarte lo importante que eres para mí.
—No tienes que sentirte mal. Yo entiendo —Sebastián se encogió de hombros—. Lo importante ahora es que estás bien. Podemos compensar todos los años que perdimos.
—A veces, no puedo evitar pensar que soy la más joven aquí —bromeó, riéndose—. Realmente agradezco que mi Sebastián sea tan comprensivo. ¡Qué suerte!