—Respira —susurró Dominic en la boca de Cielo cuando notó que ella contenía la respiración.
Su voz profunda y barítona forzó a que sus ojos cansados se abrieran, murmurando:
— ¿Cómo?
¿Cómo podría ella respirar si él la estaba asfixiando con besos?
Dominic no discutió y a regañadientes separó sus labios de los de ella. Dejó un sendero de besos hacia su mandíbula, mordisqueando su cuello mientras su mano libre apretaba su muslo. Habían estado besándose durante bastante tiempo, pero ambos estaban renuentes a detenerse.
Su entusiasmo lo excitaba aún más, haciéndole olvidar todo lo demás excepto el placer propio y de ella. Sus labios eran suaves para morder, lo que le hacía volver una y otra vez hasta perder la cuenta. Podía sentir el calor creciente de ella contra él mientras su pecho vibraba contra el suyo.
Dominic lentamente deslizó su mano debajo de su camisa holgada. Rozó con la yema de sus dedos su ombligo, subiendo hasta su pecho derecho, acariciándolo.