—A ninguna familia le agradará que un individuo como él ande por ahí hablando, diciendo a todos que se va a casar con mi hermana.
Cielo entrecerró los ojos un poco, mirando al hombre cuyo rostro estaba apenas a la distancia de la palma de la mano de ella. —¿Tú... tienes una hermana? —preguntó, eligiendo sus palabras cuidadosamente.
—Tengo una.
—¿Quién? —fue la siguiente pregunta que casi se le escapó de la boca. Afortunadamente, pudo morderse la lengua. —¿Es así? Supongo que tu motivo es válido.
—No estaba buscando la validación de otras personas, pero me alegra que lo entiendas.
—Qué lástima. Está muerto. —Ella forzó una sonrisa, con las cejas levantadas. —¿Por qué no dejas ir a mi gente, eh? Viniste aquí por Primo, y yo estoy aquí por él. Su existencia me beneficia, pero tú lo mataste. Casi me matas en el proceso.
—Esa es la razón por la que no te creo —razonó él—. Estás ahí dentro del helicóptero con él, pero estás viva. Sería tonto tomar tus palabras al pie de la letra.