Axel no tenía planes de pasar su merecido descanso con Tigre. Tigre era la última persona con la que esperaba comer almuerzo, pero de alguna manera terminó así.
—Escuché que te suspendieron por golpear a ese idiota —Axel miró al hombre sentado frente a él en una pequeña oficina. Ambos hombres estaban sentados en el conjunto de sofás con comida en la mesa de centro entre ellos.
—¿Pero por qué hiciste eso, eh? —preguntó, curioso—. Ese hipócrita puede haberse abierto camino hasta la junta con su palabrería, pero sigue siendo un director. Podrías haber perdido tu trabajo, ¿sabes?
—Asaltó a una dama en mi territorio —respondió Tigre antes de sorber los fideos de un tirón.
—¿Quién?
—La Señorita Wei —Tigre se encogió de hombros con indiferencia, dando una respuesta diferente a las que había dado en el pasado—. Además, me molesta hasta no poder más. Así que hay eso.
—No puedes hacer eso solo porque eres el capitán de la unidad de seguridad.
—Bueno, lo hice, así que supongo que puedo.