—¡Silas! —Ivy gritó, avanzando con furia hacia el pequeño sofá del apartamento donde Silas dormía. Se detuvo a unos pasos del sofá, con el rostro desmoronándose de consternación mientras miraba a su alrededor la basura esparcida por todas partes.
Había innumerables botellas de cerveza vacías, algunos envases de papas fritas, cajas de pizza y algunas sustancias blancas sobre la mesa de centro. No necesitaba examinar qué era esa sustancia blanca. Ivy ya conocía la problemática adicción de Silas.
—¡Silas Zhu! —su voz retumbó, y se eco en el pequeño apartamento. Apretó las manos en un puño cerrado, rechinando los dientes, con los ojos inyectados en sangre mirando al hombre en el sofá.
—Ugh... —Silas gruñó y se estremeció, sosteniendo el costado de su cabeza por instinto. Entreabrió un ojo, vislumbrando una figura de pie no muy lejos de él—. ¿Quién