—Escuché todo de Dom. Quiero que hagas algo por mí, Oso.
Oso se mantuvo inmóvil a unos pasos de la puerta, con la mirada en la espalda de Cielo. Su semblante severo no cambió, como si esperara esto de ella.
—Te enviaré la lista más tarde —bajó la cabeza—. Pero me preocupan más ellos.
Cielo arqueó una ceja mientras miraba por encima del hombro. —No se puede evitar —hizo una pausa mientras volvía a posar sus ojos en Sebastián, acariciando su cabello con las yemas de los dedos—. Aunque estoy contenta de que de alguna manera hicieron un buen trabajo en el rescate, no pueden seguir con un trabajo a medias. Déjame encargarme de todos ellos.
—Como se esperaba —Oso soltó un profundo suspiro—. Antes de eso, creo que necesitas saber una cosa.
—¿Y eso es?