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El mayor miedo de Cielo era que algo terrible le pasara a su familia. Ese temor la perseguía incluso en sus sueños.
Y ahora...
—¿Acabas de decir... que alguien... se llevó a mi hijo?
Su corazón se comprimió mientras retenía instintivamente el aliento, los ojos muy abiertos ante el Mayordomo Fu. En ese preciso instante, la única oración de Cielo era que el Mayordomo Fu dijera que era una broma. Aunque eso era muy poco probable; el Mayordomo Fu no era el tipo de persona que tomara las cosas a la ligera de tal manera.
—Lo siento, Señora Joven —el Mayordomo Fu bajó la cabeza, incapaz de ocultar la amargura reflejada en su rostro.
—No...
—¡Hermana!
Justo entonces, la voz de Axel irrumpió en el invernadero. Jadeando por aire mientras se situaba en la entrada, sus ojos temblaban mientras buscaban a Cielo. En el momento en que su mirada se posó en su rostro pálido, sus labios temblaron mientras apretaba los dientes.