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El fin de semana llegó en un abrir y cerrar de ojos. Cielo y Dominic emplearon los últimos días acurrucados, jugueteando y profundizando su afecto el uno por el otro. Llamaban a su hijo de vez en cuando, pero, sorprendentemente, Sebastián parecía divertirse con la compañía de sus abuelos. Por tanto, la pareja estaba aliviada.
¡Ding Dong!
Cielo se animó, haciendo una pausa para ponerse su delgado reloj de pulsera al sonido del timbre.
—Eso es raro —murmuró con el ceño fruncido—. Dom nunca tocaría el timbre.
Dominic salió a hacer un recado rápido, y ella aprovechó este tiempo para prepararse porque asistirían a la cena familiar Zhu. Curiosa por saber quién tocaba la puerta, Cielo se dirigió perezosamente fuera del vestidor para ver quién era. Fue directa al monitor montado en la pared, arqueando una ceja al ver a Tigre parado frente al ático.