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La música estruendosa que podría hacer bombear la sangre de uno, las luces intermitentes y la atmósfera electrizante llenaban la fiesta posterior. La multitud era una mezcla de gente de todos los ámbitos de la vida, bailando y socializando, aprovechando al máximo esta fiesta.
La vibrante energía era contagiosa, pero Paula simplemente se sentó perezosamente en la esquina con una cara inexpresiva.
Su espalda casi se había fusionado con el sofá, piernas estiradas con desgano, ojos apenas parpadeando. Estaba simplemente en blanco, sin compostura ni conciencia de su entorno. Sus ojos estaban abiertos, pero su mente estaba en blanco.
Pronto, sin embargo, la música penetró el silencio absoluto en su mente, aunque sonaba un poco lejana. El animado murmullo lentamente se volvió audible y después de unos segundos más, Paula jadeó por aire mientras parpadeaba.
—¡Jaja! —lo primero que escuchó fuerte y claro fue la risa de todos.