—Sí, Paula. Estoy muy decepcionado de ti.
Los párpados de Cielo se cerraron al volver la capa de escarcha a su rostro sin ocultarla. Inclinó la cabeza hacia un lado, examinando la figura de Paula y cómo se sentaba al borde de la cama bajo la oscuridad de su habitación. La única fuente de luz que les daba lo suficiente para vislumbrarse mutuamente provenía de la lámpara de noche colocada en la mesita de noche y la luz que entraba desde la puerta abierta donde Cielo estaba de pie.
—Paula... —habló después de un minuto de silencio—. ... ¿cómo se siente sentarse al borde de la cama, sosteniendo pastillas que sabes que pueden matarte?
—¿Eh? —Las cejas de Paula se arquearon ante el cambio de tono de Cielo.
Cielo debería estar corriendo hacia ella ahora. Considerando que Paula ya mencionó haber tomado unas pastillas, esperaba que Cielo estuviera frenética mientras lloraba a mares. O quizás Cielo montando una escena por miedo a perder a su única amiga.