Había muchas cosas que Oso podía recordar sobre Hera. Su vida había girado en torno a ella durante muchos años, pero había algo que jamás podría olvidar de ella.
En aquel entonces, Hera solía sugerir habitualmente que él se retirara de sus deberes. Algunos días, se sentía molesto por ella, ya que le hacía sentir menos necesario. Otras veces, apreciaba la intención detrás de sus sugerencias.
Hera siempre había deseado ser como todos los demás. Sin embargo, no tenía la capacidad de confiar en alguien hasta cierto punto o de dejar que alguien entrara en esa área de su corazón. Por lo tanto, su deseo de convertirse en madre o esposa era inalcanzable. No era porque no hubiera nadie dispuesto a darle una familia, sino más bien, Hera no estaba lo suficientemente desesperada. Por ello, se alegraba de que Oso encontrara a alguien en quien pudiera confiar, amar, y alguien que había aceptado no solo su luz, sino también su oscuridad.