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—Lo siento —Paula frunció los labios, con los ojos en el hombre a su lado—. Lo haré mejor la próxima vez y haré planes.
Primo sonrió.
—¿Por qué lo sientes, querida? —deslizó su mano hacia la de ella, llevándola a su regazo.
—Solo pensé que deberíamos llevar a tu mejor amigo ya que somos los únicos que tienes —añadió con un tono sincero—. Pero sin presiones. Quiero decir, sigue siendo una cita. Mientras estemos juntos, lo demás no importa, ¿verdad?
Los ojos de Paula se suavizaron, sonriéndole cariñosamente. Mientras tanto, los ojos de Primo cayeron sobre sus manos.
—Aunque tienes que hacer algo con tus manos, querida —parpadeó de vuelta hacia ella—. La gente podría pensar que te estoy maltratando.
—¿Quién pensaría eso? Además, no puedo detenerlos —ella frunció el ceño, mirando hacia abajo a sus manos temblorosas y sudorosas—. No se detendrán, Primo. ¿Debería ir a chequearme?
—¿Has estado tomando el té que te envié? —preguntó él.