Cuando Cielo entró al apartamento de Axel, entendió por qué Oso ponía esa cara. De pie en la zona de estar, Cielo soltó un profundo suspiro.
—¿Ha estado así? —le preguntó silenciosamente a Oso.
—Sí —Oso se detuvo a varios pasos de ella, con la mirada fija en la persona que yacía en el sofá de la sala—. Estaba molesto con el maestro y el pequeño maestro y me arrastró con él, diciendo que yo soy su único amigo.
—¿Amigo? —Cielo miró a Oso, solo para verlo encogerse de hombros.
¿Desde cuándo Axel y Oso se volvieron amigos? Para ser honesto, ni Oso lo sabía. Pero esas eran las palabras de Axel.
—Dios mío —Cielo sacudió la cabeza mientras fijaba sus ojos en Axel—. Mira nada más. Pidió tanta comida y ahora está en coma alimenticio.
—¡ERUCTO!
Tanto Cielo como Oso fruncieron el ceño cuando Axel eructó tan fuerte. Aunque no olían nada, su expresión decía lo contrario. Podían imaginarse a qué olía.