—Jah... —sus labios entreabiertos se ensancharon mientras su rostro se enrojecía de vergüenza.
¡ZAS!
Axel se estremeció cuando algo aterrizó en su frente con un sonido de bofetada. Abrió los ojos de golpe, moviendo sus amplios y desorbitados ojos temblorosos hacia la persona que estaba de pie junto a la cama en la que yacía.
—Miriam vendrá aquí y te traerá algo de sopa caliente y comida. Deberías comer y luego tomar la medicina —dijo Cielo de un tirón, cruzándose de brazos bajo el pecho—. Estarás bien si solo descansas más.
—¡Tú! —Axel jadeó, sentándose de golpe—. ¿Qué diablos haces? ¿Cómo puedes...?
—Si no quieres que Oso te lleve en brazos la próxima vez, deberías haber ido al ático si te sentías mal —Cielo no se inmutó, deteniéndose para no regañarlo más duramente—. ¿Dónde crees que vas en ese estado? ¿A la tienda de conveniencia? ¿No tienes un botiquín en tu lugar?