Adrienne no pudo dormir esa misma noche. No importaba lo lujosa y cómoda que fuese su habitación, echaba de menos estar en casa con su marido a su lado. No dudaba de que Lennox sentía lo mismo. Si Alistair no la hubiera amenazado, no habría venido voluntariamente a él y estaría confinada en este extraño lugar.
La lluvia comenzó a caer de nuevo afuera, empapando todo a la vista y haciéndola sentir aún más atrapada e aislada. Alistair la había dejado sola por ahora, pero ella no se atrevía a bajar la guardia por miedo a que él pudiera asaltarla mientras dormía.
Se sentó en la cama y apoyó su cabeza en sus brazos doblados, intentando calmar sus pensamientos acelerados y encontrar algo de paz. Adrienne sentía que estaba viviendo el mismo infierno que había soportado en su vida anterior. Esperaba desesperadamente que esta pesadilla pronto llegara a su fin.