Adrienne no quería despertar a toda la familia y decidió esperar a que amaneciera antes de encontrarse con ellos. Lennox tuvo la amabilidad de respetar su deseo y prepararle un refrigerio de medianoche para que comiera. Regresó a su habitación, cerrando la puerta suavemente detrás de él.
—No deberías haberte molestado, Len —dijo Adrienne mientras su esposo ponía la bandeja en la mesa. Luego se dirigió a la cama para levantarla, teniendo cuidado de no tirar fuerte del suero que todavía estaba conectado a su mano. Luego la llevó gentilmente de vuelta a la silla junto a la ventana, donde podía ver el amanecer aparecer en el horizonte mientras desayunaba.
Adrienne comió ansiosamente su desayuno y disfrutó del momento de paz con su esposo a su lado. Mientras estaban sentados juntos, no pudo evitar sentirse agradecida por su consideración. Lennox se sentó frente a ella tomando una taza de café.