Al ver a Adrienne romper en llanto, Lennox sintió un dolor en el corazón por ella. Desearía poder quitarle todo el dolor. Esta no era la reunión que esperaba una vez que Adrienne recuperara la conciencia. Esperaba alegría y alivio, no esta abrumadora tristeza.
El grito de Adrienne se escuchó dentro de su mansión. Despertó a Rosemary y a Cazador, quienes estaban alojados en otras habitaciones en el mismo piso. Cazador abrió la puerta sin dudarlo y se precipitó hacia el origen del grito, su corazón latiendo de miedo.
—¿Addie? ¿Qué pasó? —exclamó Cazador, buscando desesperadamente respuestas. ¿Qué podía haber sucedido para que su hermana gritara en medio de la noche?
—No soy la niña maldita. ¿Por qué no me crees? —Adrienne suplicaba, las lágrimas corriendo por su rostro.
Él y su madre encontraron a su hermana acurrucada en la cama, temblando de miedo por todo el cuerpo, mientras Lennox se sentaba a su lado, luciendo igualmente asustado y preocupado.