Cuanto más seguía Lewis las actividades cotidianas de su hija, más se daba cuenta de cuánto había crecido y cambiado desde la última vez que la vio. Adrienne parecía más feliz y segura de sí misma que cuando era más joven.
Viéndola crecer, Lewis pensaba que esta hija suya estaba demasiado apegada a su madre y siempre la buscaba en busca de tranquilidad. Sin embargo, mientras la observaba desde lejos, podía ver que Adrienne se había vuelto independiente y rara vez buscaba la ayuda de su rico marido para administrar su negocio.
Adrienne viajaba con guardaespaldas que la seguían a todas partes a donde iba. Aún así, Lewis notó que ella se comportaba con un sentido de autoridad y tomaba decisiones con confianza. Era claro para él que su hija se había convertido en una mujer fuerte y capaz, capaz de manejar cualquier desafío que se le presentara, tan diferente de la Adrienne que le rogó de rodillas que salvara la vida de su madre hace años.