Stella dejó caer el bol que sostenía en la cocina cuando escuchó a Ayla gritar. El sonido retumbó por la casa, haciendo que el corazón de Stella latiera aceleradamente por la preocupación. Corrió hacia la fuente del grito, temiendo que algo terrible le hubiera pasado a Ayla.
Encontró a su nuera acurrucada en el piso con su fuente de agua rota. Stella se arrodilló inmediatamente al lado de Ayla, su mente agitada por la preocupación y la adrenalina. Le aseguró a su nuera que todo estaría bien y rápidamente llamó a una ambulancia para asegurarse de la seguridad de Ayla y el bebé.
Aún no era tiempo para que Ayla diera a luz. Stella sabía que el parto prematuro de Ayla podría presentar riesgos potenciales tanto para ella como para el bebé. Intentó permanecer tranquila, recordándose a sí misma que entrar en pánico no ayudaría en nada a Ayla.