Tras la partida de sus tres hermanos, Lennox todavía se sentía un poco triste, preguntándose si estarían bien por su cuenta. Los años que vivieron bajo su cuidado fueron cortos, pero suficientes para que Lennox les tomara cariño. Había asumido el papel de guardián, asegurando su bienestar y guiándolos durante los últimos años.
Al embarcarse en sus viajes por la vida, Lennox no podía evitar sentir una mezcla de orgullo y preocupación, esperando que sus hermanos recordaran las lecciones que les había impartido y prosperaran independientemente.
—Me siento como un anciano, Addie —murmuró Lennox mientras descansaba su cabeza en las piernas de Adrienne al acostarse en la cama—. Tengo poco más de treinta años, pero me siento como si estuviera viendo a mis hijos crecer y dejar el nido.