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A medida que el coche entraba en la comisaría, Camilla se vio abrumada por el frenesí mediático que la esperaba. Los reporteros la rodearon, gritándole preguntas y empujándole micrófonos en la cara. Apenas podía descifrar lo que decían, pero sabía que le preguntaban sobre el cargo de intento de asesinato. Intentó hablar para defenderse, pero sus palabras se perdieron en el caos.
Finalmente, fue llevada a una fría sala de interrogatorios y dejada sola. La habitación era austera y vacía, y el único sonido era el tictac del reloj en la pared. Camilla se sentó en la incómoda silla de metal, con la mente agitada. Sabía que Adrienne no permitiría que las autoridades la arrestaran sin pruebas irrefutables.
Pero mientras estaba allí, sola y asustada, Camilla sabía una cosa con certeza: haría lo que fuera necesario para limpiar su nombre. No podía permitir que Hunter o Adrienne ganaran esta vez. Pensó que debería haberse deshecho de esos dos para siempre hace mucho tiempo.