Adrienne despertó con la voz y la risa de Dylan aún resonando en su mente. Ya casi no soñaba con él y lo extrañaba terriblemente. Tal sueño era bienvenido para ella, pues solo tenía a Dylan a su lado cuando todo se desmoronaba. Si no fuera por Dylan, Adrienne no tenía idea de cómo habría sobrevivido los tiempos difíciles.
Normalmente, sus pesadillas la sacaban bruscamente del sueño, dejándola empapada en sudor al despertar. Era la razón por la que Adrienne raramente tenía un buen sueño y dormía sin soñar desde su renacimiento.
Estaba sentada recostada sobre una silla bajo el sol temprano de la tarde, que se filtraba en el balcón de su ático en Jinling. Lennox aún no había regresado a casa y solo tenía a Myrtle e Irina para acompañarla en su ausencia.