Tres años después.
En el patio trasero de la finca de la familia Zhao, había un árbol de lirios que era el centro de atención. El árbol de lirios se erguía alto y majestuoso, sus ramas adornadas con vibrantes flores que llenaban el aire con una fragancia dulce e intoxicante. Sus delicados pétalos bailaban grácilmente con la suave brisa, asemejándose a mariposas danzantes, cautivando los corazones de todos los que posaban sus ojos en ellos.
Debajo de sus ramas se había colocado una mesa, y sobre ella se hallaba una taza de té caliente y fragante y un pequeño plato de pastel de crema. Una brisa gentil soplaba, y los pétalos blancos del árbol de lirios caían como nieve sobre una persona.